El fiscal especial, que la semana pasada concluyó que no había pruebas para vincular a Donald Trump con la trama rusa, nació al igual que el presidente de EE.UU. hace 72 años, en la ciudad de Nueva York, en una familia acomodada. Robert Mueller estudió en el exclusivo internado St. Paul en New Hampshire, se graduó de Princeton y a los 21 años se inició como marine. Combatió en Vietnam –lo que le valió un disparo en la pierna y una medalla de bronce de honor–, y a su regreso entró a estudiar Derecho en la U. de Virginia.
Su carrera profesional comenzó como abogado en el sector privado, seis años en San Francisco y otros seis en Boston. Hasta que en 1988, tras la elección de George Bush, Mueller –reconocido republicano- entró al departamento de Justicia de Washington como asistente del fiscal general, para luego liderar la división criminal. Desde ahí creó un Departamento especial dedicado a la ciberdelincuencia. Después de otro paso por el sector privado, el ex presidente Bill Clinton lo eligió para servir como abogado de EE.UU. en el distrito norte de California.
Elogios transversales lo llevaron a ser nombrado director del FBI por George Bush hijo el 4 de septiembre de 2011, una semana antes del atentado a las Torres Gemelas. Quienes trabajaron con él en esos años aseguran que Mueller llegaba a la oficina a las 5 AM y se quedaba hasta pasada las 11 de la noche. Y que al día siguiente aparecía impecable, siempre listo para más, cuentan medios internacionales. Agregan que es un hombre “serio, de una línea, trabajador y metódico”, y que solamente viste con camisas blancas. El período no estuvo exento de polémicas: Mueller y James Comey –su discípulo- estuvieron a punto de renunciar al FBI por el programa de escuchas telefónicas sin órdenes judiciales del gobierno de Bush, que lograron frenar.
Una vez cumplidos los 10 años en el cargo, Barack Obama, con el respaldo unánime del Senado, lo extendió hasta 2013. A esas alturas, Mueller era alabado por demócratas y republicanos.
El abogado estaba de vuelta en el sector privado, en la firma WilmerHale, cuando en 2017 Donald Trump despidió al director del FBI, James Comey, quien investigaba la trama rusa. Entonces el subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, lo nombró asesor especial del Departamento de Justicia para liderar esta investigación.
Trump, quien antes había acusado a Mueller de cazador de brujas, sin que este nunca se defendiera, ahora celebra. A pesar de que el informe no niega la injerencia rusa en las elecciones, no pudo probar que existiera una participación del presidente de EE.UU.
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