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«Tuve un sueño», la columna de Francisco Orrego

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I have a dream” (Tengo un sueño). Martin Luther King Jr.

Muchos de ustedes, al igual que yo, han vuelto a soñar, como nunca antes. Le pregunté a una amiga sicóloga si era normal soñar tanto y me respondió que muchos de sus pacientes estaban pasando por un proceso similar. Ella lo atribuye a la crisis que estamos viviendo. ¿Qué crisis dirá Ud.?. A la del país, a la personal o ambas. Para quienes estamos en la mitad de la vida (perdóneme si lo dejé afuera del grupo), la crisis que vive el país se nos presenta como una suerte de entretiempo, para evaluar y reflexionar sobre la primera etapa de la vida y esbozar líneas para enfrentar el futuro. Me gusta ser optimista y tomar las cosas con humor. Pero debo confesar que la clase política hace el empeño por agriarme la vida.

A propósito de sueños, les quiero contar el último que tuve esta semana. Como todo sueño, tiene toda clase de sinsentidos, absurdos y estupideces. No recuerdo como fue que partió, pero el hecho es que me encontraba chapoteando en la piscina de un “all inclusive” en Cancún (no solo los concejales pueden hacer viajes de estudio) con un parlamentario de oposición amigo mío, quien me daba la lata para justificar porqué habían recurrido a un resquicio constitucional para sacar adelante el proyecto de AFP. De tanto en tanto, me sumergía al nivel de las orejas para no escucharlo, pero solo servía para inspirarlo más y alargar el cuento. Me decía que esto era solo el comienzo. Que luego venía el impuesto a los “súper ricos”, romper la autonomía del Banco Central, y otro desvaríos. Pensé que se había insolado. Estaba diciéndome que, a partir de ahora, los artículos transitorios de la Constitución pasarían a ser los permanentes y viceversa, y que Eduardo Novoa (autor intelectual de los resquicios jurídicos) estaría orgulloso de ellos, cuando ingresaron a la piscina dos parlamentarias de gobierno (era la cuota de genero del sueño). Una senadora y una diputada (para mantener los equilibrios supuse yo). “Aquí se armó la fiesta”, dije. El sueño del pibe.

A estas alturas, el agua ya había hecho sus efectos en mi piel, como en un baño de tina. Les pregunté porqué no llevaban el proyecto al TC, por ser inconstitucional. Me sorprendieron sus respuestas. Ambas habrían votado a favor del proyecto. Partimos mal. Ya no sería un fin de semana idílico. Ya ni me acuerdo que había pasado con mi amigo de oposición. De seguro se quedó hablando solo en el bar de la piscina. Además, me dijeron que no querían pagar los costos de oponerse a una iniciativa tan popular. Esperaban subir sus seguidores en redes sociales. Ahí, decidí hacer un cara pálida en señal de protesta (ya les advertí que era un sueño) para ver si se salían. Me fue mal con el truco.

Pero mi sorpresa aumentó cuando ingresó a la piscina, un alto funcionario de La Moneda. Noté incomodas a las dos parlamentarias, como si hubiera llegado un fantasma. Pensé que podía ser el sunga que llevaba puesto. Les dije que se quedaran tranquilas, porque mi amigo de seguro nos confirmaba que vetarían el proyecto. Decliné recibir una Minuta plastificada que me ofreció. Mientras, el calor aumentaba a medida que mi amigo seguía mudo y no confirmaba mi afirmación. Pensé que no me había escuchado o que el calor había hecho sus efectos. Al final, cuando amenacé con sacarme el traje de baño, decidió hablar. Nos dijo que harían una comisión para analizar las opciones. “¡Cuéntate una nueva!”, respondí.

Estábamos a punto de salirnos, cuando entró otro amigo mío. Esta vez, era un Ministro del Tribunal Constitucional (TC). Por la cara de los demás, noté que nunca habían viajado en grupo. Al ver al resto, mi amigo se achunchó (no me refiero al equipo) y pensó que era una encerrona. Buscaba cámaras ocultas (supuse que no quería ser víctima de espionaje como lo fue un juez años atrás). Ya cuando estábamos más en confianza, preguntó de qué hablábamos. Tomé la iniciativa y le dije que queríamos llevar el proyecto al TC como tercera Cámara. Me descolocó que se riera a carcajadas. Ante mi cara de sorpresa, explicó que el TC estaba viviendo su mejor momento y que por favor no volviera a tomarle el pelo. Preguntó porqué querían tirarle el muerto al TC. Mi amigo de La Moneda y las dos parlamentarias se pusieron rojas. Mi amigo parlamentario, con resaca, solo contemplaba el horizonte en busca de una respuesta. Daba la impresión de que esperaba un tsunami legislativo. Tuve que improvisar una salida. “Mejor salgamos porque se viene una tormenta eléctrica”, rematé.

De pronto se produjo una gran explosión y a los lejos se divisaba la figura de un rescatista. Había sido un mega relámpago que había golpeado en la piscina. En ese momento, recuerdo que mi señora me despertó. “!Despierta, despierta … De nuevo estás con una pesadilla!”. Estaba entero mojado, de calor (mal pensados). “No podía ser el rayo”, concluí. Era claramente la sensación de que nadie quiere hacerse cargo de la “papa caliente”, principalmente por temor. Temor a perder popularidad o poder, temor a ejercer sus atribuciones, temor a ser amenazado o temor a perder la reelección.

No obstante esta terrible pesadilla, opté por aferrarme a mi propio sueño para este país. Un nuevo sueño. Pero ese, mejor ni se los cuento, porque no quiero que me lo arrebaten nuevamente. El que tenía, me lo robaron en octubre pasado. ¿Y a tí?.

La entrada «Tuve un sueño», la columna de Francisco Orrego se publicó primero en Revista Capital.


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