Basándose en los resultados de encuesta CEP, la investigadora del Centro de Estudios Públicos vaticina sobre el porcentaje de votantes para las elecciones 2017. La economista, socióloga y candidata a PhD del MIT cree que esa cifra es preocupante. Y asegura: “el voto voluntario es un buen ejemplo de cómo políticas que no son bien estudiadas pueden tener efectos contrarios a los deseados”.
-En marzo de este año se publicó un estudio que realizaste en conjunto con Ricardo González, en el que analizaron los cambios en la composición de edad, de género y del tipo de comunas de los votantes entre la primera vuelta de la elección presidencial del 2009 y la del 2013. ¿Cuál es el principal cambio que enfrenta el padrón electoral desde que el voto dejó de ser voluntario?
-El principal cambio que observamos en nuestro estudio fue en la composición etaria de los votantes. En 2009, por cada persona menor de 45 -con algo de laxitud, llamémosles jóvenes-, había 2,6 personas mayores de 45. En 2013, en cambio, por cada joven había 1,6 personas mayores de 45. Es decir, la sobrerrepresentación de los mayores en el electorado cayó 39%.
También observamos mayor representación de mujeres. En 2009, el 89% de las mujeres inscritas votó, frente al 86% de los hombres; mientras que en 2013 la participación de las mujeres fue 52% frente al 46% entre los hombres. Esto significa que las mujeres pasaron de estar sobrerrepresentadas en un 4% en 2009 a un 14% en 2013: una importante diferencia.
-¿Cuál es el perfil de los votantes que van a definir el próximo presidente de Chile?
-Si las tendencias de la elección anterior se mantienen, esperaríamos que sea un electorado relativamente más joven y más cargado a las mujeres que el del sistema anterior.
Es interesante notar que en la última encuesta del CEP, sólo un 51% de las personas declaró que probablemente iría a votar en octubre. Para la elección municipal anterior, que fue la primera elección bajo voto voluntario, esta cifra ascendía a 69%, es decir 18 puntos más arriba. Lo cierto es que muchos menos acabaron votando esa vez: sólo el 40%. Si la fracción de votantes efectivos dentro de los que dijeron que iban a votar en 2012 se mantuviera este año, menos del 30% votaría en la próxima elección. Lo más probable es que varios hayan aprendido a no sobreestimar su probabilidad de ir a votar, o que, quizás, se haya reducido la sanción social a la abstención. Pero también es posible que estas cifras reflejen algo de desencanto con la política, lo que sería consistente con muchos otros de los datos que muestra la misma encuesta CEP. De todas formas, creo que una participación bajo 30% sería preocupante.
-¿Y cuánto afectaría en ese escenario el voto voluntario?
-Me parece que el voto voluntario es un buen ejemplo de cómo políticas que no son bien estudiadas pueden tener efectos contrarios a los deseados. Recordemos que el voto voluntario se aprobó con amplia mayoría y, al menos a nivel de declaraciones, con la esperanza de traer más gente a las urnas.
-Quizás debido a que este es un año electoral, la voluntariedad del voto ha vuelto a ser objeto de debate. ¿Piensas que sería bueno volver al voto voluntario?
-Es una mala noticia que la participación electoral haya caído. Cuando la participación es muy baja, tiende a caer la representatividad y se empieza a cuestionar la legitimidad del sistema político. No obstante, si el voto debe o no ser obligatorio es una pregunta de carácter normativo. Hay quienes lo consideran una obligación ciudadana mínima, mientras hay quienes creen que la participación debe ser libre y que los políticos deben ser capaces de motivar a las personas para que vayan a las urnas.
En cualquier caso, me parece que no es sano para el sistema político que hagamos y deshagamos cambios importantes cuando no nos gustan sus consecuencias en un plazo tan corto.
-Sobre la encuesta CEP: ¿qué tanto refleja la medición considerando los cambios en el padrón electoral y la indecisión de los votantes? Ningún posible presidenciable supera el 14%...
-El voto voluntario impone un desafío grande a la predicción de resultados electorales. Antes se le preguntaba a la gente si estaba o no inscrita en el padrón electoral y con eso sabíamos, con relativa certeza, quiénes votarían (la abstención electoral era del orden de 13%). Ahora hay que predecir quiénes son los votantes probables. El problema es que cuando se le pregunta a la gente si piensa ir a votar muchos dicen que sí y luego no lo hacen. Es más, incluso cuando se les pregunta después de las elecciones si fueron a votar, varios dicen que sí cuando en realidad no lo hicieron. Por ejemplo, según las encuestas CEP, tres meses antes de la elección municipal de 2012, 69% de las personas decía que probablemente iría a votar, pero la participación fue sólo de 40%. Menos de dos meses después de las elecciones, se les preguntó si habían ido a votar, y 56% dijo que sí: entonces, un 16%, o tuvo problemas de memoria, o se confundió o por algún motivo prefirió no decir la verdad.
-Las encuestas CEP de agosto de 2008 y 2012 tuvieron una respuesta casi imbatible de quién sería el próximo presidente. Eso no ocurrió esta vez…
-Parte importante de la incertidumbre que se desprende de la encuesta CEP no tiene que ver con el voto voluntario, sino que con el panorama político actual. En la encuesta CEP equivalente para la presidencial anterior, también con voto voluntario, sólo un 22% no tenía una respuesta a la pregunta por quién le gustaría como presidente, es decir casi un tercio del 62% actual.