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El negocio de los “mil no”

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Ricardo Lagos, David Gallagher, Vittorio Corbo y Óscar Landerretche le dicen la “jefa”. Es que aunque es de baja estatura y muy flaca, la abogada María Angélica Zegers tiene un carácter fuerte y le gusta apuntar alto. Por eso reunió a este grupo de notables que participan del directorio del recién formado Grupo de Inversión de Impacto Social (GIIS), el que ella preside. “Para mí es fantástico poder contar con esa experiencia de canas de larga data, del mundo político y financiero. Una multiplicidad de disciplinas muy interesantes. Y a ellos les interesa la savia nueva. Yo me siento la servidora del grupo”, cuenta.

La de Angélica es una apuesta ambiciosa. Quiere posicionar a Chile dentro de la escena mundial de los Contratos de Impacto Social, un mecanismo que permite que el Estado financie iniciativas realizadas por privados, ya sean ONG, startups, empresas B, entre otros, que resuelvan problemáticas sociales.

Un camino que viene trazando desde hace varios años, cuando trabajaba en Nueva York, en el área de Fusiones y Adquisiciones de Cravath, Swaine & Moore, una de las firmas de abogados más prestigiosas del mundo, y se dio el lujo de rechazar la tentadora oferta de hacerse socia de ese estudio para volver a Chile con la idea de generar oportunidades en sectores de la sociedad donde muchas veces no las hay.

En 2010, el entonces ministro de Planificación Felipe Kast la invitó a su equipo y le encargó encontrar fórmulas para diseñar el nuevo Ministerio de Desarrollo Social. La idea era crear una institucionalidad que articulara la relación público-privada en la solución de temas sociales. Se tomó dos meses para leer e investigar y en esa búsqueda dio con el nombre de Sir Ronald Cohen, quien justo en esa época impulsaba la primera herramienta de inversión de impacto social, por encargo de Gordon Brown, entonces ministro de Hacienda británico.

Así, empezó a dar forma a un proyecto que hoy ya está a punto de hacerse realidad.

Otro baile

La idea partió en 2010 en Inglaterra. Ese año el país sufría los efectos de la crisis económica y el déficit fiscal era altísimo. No había recursos suficientes para prestar de buena forma los servicios sociales, los que además no podían ser recortados. Entonces se planteó la idea de desarrollar un proceso productivo, un negocio, cuyo foco fuera la solución de un problema social. Había que usar los recursos públicos en forma eficiente y así surgió, de manos de Sir Ronald Cohen, el primer instrumento financiero con foco social, lo que se llamó Social Impact Bonds o Contratos de Impacto Social (CIS). (Ver recuadro)

La industria de inversiones de impacto social es un fenómeno mundial. En solo 15 años pasó de mover cero pesos, a 170 mil millones de dólares. Y la estimación es que esa cifra llegará a casi el doble en los próximos dos años.

“Lo interesante es que los inversionistas se empiezan a trasladar de un mundo netamente financiero, a un mundo financiero con componente social. Y esto está muy lejos de ser filantropía. Esto es otro baile, otro cuento”, explica Zegers.

Y agrega: “Cuando tú evalúas una problemática social, la valorizas, la cuantificas y le das también un valor financiero, es decir, la solución a ese problema tiene un valor. Aquí está estrechamente ligado el resultado y la medición del impacto social con el valor financiero que esa solución tiene. Lo interesante es que acá se mezclan dos mundos que nunca antes lo habían hecho, el financiero, con el social”.

Con esta nueva idea importada desde Inglaterra, la abogada dice que en su paso por el Ministerio de Desarrollo Social, “humildemente” trató de plantar las primeras semillas para que a futuro pudieran funcionar las inversiones de impacto social. “Generamos programas para mejorar la gestión de las fundaciones y de empresas que se dedicaran a dar solución a problemas sociales, porque en la medida que las fundaciones encuentren mejores soluciones y las midan bien, van a ser sujetos de inversión y van a poder finalmente independizarse del papá Estado, dejar de depender de los donantes, y quién sabe mañana transformarse en una empresa B o seguir como una fundación”, explica.

Las “ninis”

Su trabajo continuó en 2014, con la creación de la Fundación Impacta. En 2015, y por encargo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), junto con un grupo de economistas y profesionales independientes, comenzaron a desarrollar los estudios para implementar Contratos de Impacto Social en alguna problemática compleja.

El encargo venía por recomendación de Sir Ronald Cohen, a través del Global Steering Group for Impact Investment (GSG). “Fue entonces cuando llegamos a una solución que provocaría un impacto gigantesco para la productividad del país, un proyecto para mujeres jóvenes que estaban en esta situación de ninis, es decir, las jóvenes que ni estudian, ni trabajan”, explica.

Este fue un contrato de impacto social focalizado en prevenir la deserción escolar, o promover que esas jóvenes llegaran a la educación superior y se mantuvieran o que adquieran habilidades laborales tempranamente, de modo tal que pudieran trabajar. “Y lo que pasó en Chile fue exactamente lo que ocurre en todos los países miembros de este movimiento global y a lo que estamos acostumbrados: a los mil no y pocos yes. Un inversionista te dice ‘no, estás loca’; el Gobierno te dice ‘es muy complicado’; en las fundaciones te dicen ‘no, prefiero seguir como estoy’. Pero cuando comienzas a depurar la idea, –y esta es básicamente una evangelización– la conversas y transmites, y muestras sus beneficios y bondades, la gente empieza a comprenderla y los empieza a impulsar”, dice.

Lagos, Gallagher, Corbo, Landerretche

El año pasado, y como una forma de impulsar aún más este tema, la Fundación Impacta decidió lanzar el Grupo de Inversión de Impacto Social (GIIS), dirigido por los economistas y líderes antes mencionados. Este organismo es el capítulo local del Global Steering Group (GSG) de Sir Cohen, grupo en el que participan 18 países, además de la Unión Europea.

Según comenta Angélica, el GIIS podría lograr en Chile el primer Contrato de Inversión Social (CIS) de aquí a fin de año. “Sea que lo implementemos nosotros o alguien distinto, pero se debe implementar bien. No puede tener ningún error porque va a ser el rompehielo para abrir el mercado”, explica Zegers sobre este modelo de inversión privada, que renta contra resultados esperados.

“Existen fondos de inversión social, sabemos que hay otros instrumentos interesantes en vías de desarrollo. Se están instalando aceleradoras en Chile. Otra cosa concreta son las líneas que está desarrollando Corfo y el Ministerio de Economía, así como el Ministerio de Hacienda va a jugar un rol clave por iniciativas que van a ser fundamentales. Estamos hablando de finanzas para temas sociales. Hay mucho por hacer y estamos avanzando”, dice.

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¿Qué es un Contrato de Impacto Social?

Lo normal es que en cualquier contrato público, el Estado le encarga a un ejecutor que realice un programa con recursos fiscales, y al final le paga en función de lo que este pudo hacer. Sin embargo, es imposible prever de antemano todas las variables que se van a generar en esa ejecución, en especial cuando lo que se está tratando de solucionar es un problema social. Lo que normalmente pasa es que los ejecutores se encuentran con trabas que les impiden llegar a resultados esperados, y como no es responsabilidad de ellos, porque son variables imposibles de adelantar, el incentivo es seguir hacia adelante hasta terminar el proyecto. Pero esos programas no están basados en evidencia y además rara vez son evaluados.

En el caso de los Contratos de Impacto Social (CIS), un intermediario se pone de acuerdo con el Gobierno o bien le presenta una solución a un problema social complejo, donde antes no se ha podido encontrar una solución correcta. El intermediario le dice al Estado “voy a desarrollar este programa y tú me pagas exclusivamente por los resultados”. Además de cobrar solo por resultados comprobados y medidos, para poder ejecutar ese programa el intermediario saca los fondos de inversionistas privados, no del fisco.

A estos inversionistas (que pueden ser o filántropos) se los invita a invertir en un negocio en el cual el retorno llega solo si resulta todo bien y si no, son ellos los que asumen todo el riesgo.


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