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Por: Lucas Blaset, sector Libertario de Amplitud. Comité Político de Amplitud
Cristóbal Bellolio escribió esta semana Mucho Hayek y poco Rawls—una columna en la revista Capital—estableciendo una distinción entre, al menos, dos tipos de liberales: los de derecha y los de izquierda. Siendo estos términos algo confusos a esta altura, me permitiría hacer una pequeña corrección y distinguir al menos cuatro tipos dentro de aquella estructura de la izquierda y la derecha.
Primero, podemos apreciar a los liberales de derecha. Tienden a ser una fusión liberal-conservadora, más reacia a los cambios bruscos y donde la temática valórica es la más discutible. Los mayores representantes de esto son, en Chile, EvoPoli de Felipe Kast. Luego los liberales de centro, que son más bien moderados en cuanto a las reformas sociales, económicas y políticas. Aquí cabe mencionar la cercanía de algunos liberales con la Democracia Cristiana, Ciudadanos de Andrés Velasco, parte de Amplitud y Red Liberal, estos serían quizás una buena demostración de ese liberalismo centrado. En tercer lugar los liberales de izquierda, donde se configuran ciertos elementos progresistas y social-demócratas, con el liberalismo de corte igualitario. Vlado Mirosevic del Partido Liberal es claramente el mejor ejemplo de liberalismo progresista. Por ultimo están los liberales más químicamente puros, los que llevan el liberalismo a su mayor radicalidad, que vendrían siendo los libertarios. Axel Kaiser y la Fundación para el Progreso se pueden arrogar el mayor liderazgo en este tipo de liberalismo más clásico.
Pero Cristibal Bellolio lo profundiza aún más y hace notar que existen al menos dos corrientes liberales desde una perspectiva más bien filosófica y menos política, distinción que excede al espectro izquierda-derecha. Por un lado el liberalismo igualitario y por otro el liberalismo clásico o, en su vertiente más moderna, el liberalismo libertario. Dentro de la nueva coalición "SentidoFuturo" uno puede notar las gamas mixtas que cohabitan perfectamente. Ciudadanos se define como Socio-Liberales, Red Liberal como Liberales-Igualitarios y Amplitud como Liberales Clásicos.
Menciona Cristóbal luego también aquello que hubiese sido semánticamente el libro de Kaiser en el mundo anglosajón, señalándolo como «libertarianism» más bien que como «liberalism». Pero debemos recordar que los «liberals», en la traducción en español dentro de las ciencias políticas, se relacionan más a social-demócratas o progresistas, como por ejemplo se considera al Partido Demócrata de USA, que históricamente tiene un compromiso con mayor Estado de bienestar y alzas de impuestos. Así que el termino parece aun en disputa en nuestro idioma y una discusión semántica de quien es el más liberal, como reconoce el mismo Bellolio, seria infructífera.
Como libertario y militante de Amplitud recojo el guante y reviso algunas de sus consideraciones.
Sobre la posición originaria
Sería entendible en un mundo estático y no dinámico como en el que vivimos. Debemos considerar que toda posición económica varía con el tiempo. Existe la movilidad social, por lo que se dificulta hacer un criterio basado solo en la justicia en ese sentido, mientras todos tengan las capacidades normativas de acceder a cualquier posición en cuanto a las diferencias materiales. Además, debemos recordar que las diferencias materiales o económicas no son las únicas diferencias existentes, ya que existen diferencias biológicas, circunstanciales o azarosas, que no puede ser menester del estado igualar forzosamente, no solo por razones éticas, sino fácticas.
Sobre un proceso constituyente
Podemos estar de acuerdo en que sea hijo del consenso político, pero cualquier liberal debe entender también cuáles son las funciones históricas de una carta magna. Consiste, básicamente, en limitar el poder del poder. Por tanto, por muy consensuado y legítimo que sea un procedimiento, el resultado puede ser ilegitimo si sobrepasa las limitaciones que puede tener el poder sobre la libertad de las personas. Es por eso que cualquier liberal pide garantías mínimas de protección a la vida, la libertad y la propiedad antes de someterse a una asamblea política que pueda violentar esos derechos. Ya que más allá de lo que significa la seguridad y la justicia, para poder vivir el estilo de vida que cada uno estime conveniente, sería contradictorio comenzar a imponer tipos de vida particular, al estar consagrando derechos en una carta fundante, que imponga las pretensiones de los que ostentan el poder por sobre los que no lo tienen.
Debemos dejar de lado algunas pretensiones intelectuales de la academia inglesa, de lo que predomina o no en el debate filosófico. Es cosa de recordar que una de las respuestas más serias al mismo Rawls fue Nozik en Anarquía, Estado y Utopía dentro de la escuela analítica. Por otro lado, tanto Hayek como Freidman tuvieron una influencia brutal en la economía a nivel mundial—el primero con Thatcher y el segundo con Reagan—que no pude desconocerse como algo irrelevante en términos políticos.
Y es de estos referentes de quienes el liberalismo igualitario no debe olvidarse, ya que son sus visiones, su pragmatismo, lo que diferencia al igualitarismo del progresismo. Es el no olvidarse de que «hay que dejar de juzgar las políticas por sus intenciones y comenzar a juzgarlas por sus resultados» como fue expuesto por Smith y bien resumido por Friedman. Tener «menos Hayek» significaría para los liberales de izquierda dejar de ser liberales para terminar siendo simple izquierda, es el pensamiento que los distingue de los dictadores, pequeños y grandes, que hoy dominan el mundo político y la opinión ciudadana.
Por lo tanto el debate sigue más que abierto en la discusión política contemporánea, especialmente con la proliferación de emprendimientos políticos liberales, que comienzan a cuajar de a poco en proyectos de cada vez más envergadura. Debemos aprender a convivir dentro de esta gran familia liberal. Sin embargo, siendo que los partidos liberales contemporáneos tienden más hacia el igualitarismo que hacia el libertarianismo—cosa que comienza a invertirse en estos días— y para emparejar la cancha, a los liberales de hoy les hace falta más Hayek y menos Rawls.